El pentecostalismo y la inculturación en América
Latina
Pbro. Robert E. Mosher
Director de ecumenismo, Conferencia Episcopal de Chile.
[Conferencia Pentecostal-Cátolica, CELAM CLAI,
Quito, Ecuador, mayo de 1998]
Introducción
El pentecostalismo chileno da evidencias de haber desarrollado
una forma de vida cristiana muy criolla, una forma de vivir que resulta
ser atractiva para los marginados de la sociedad, especialmente cuando
esa sociedad pasa por tiempos de gran angustia o crisis generalizada. Con
los resultados de una investigación cualitativa propia, tipo “participacion
observacion”, postulo que tres rasgos del pentecostalismo son importantes
indicadores del grado de inculturación que se logra en el movimiento.
Primero, la espiritualidad intensamente vivencial del pentecostalismo.
Esta permite la expresión corporal y emocional de fuertes sentimientos
precisamente para el sector de la población nacional mas necesitada
de esa expresión. El pentecostalismo abre para sus miembros un importante
camino de inculturación de la fe cristiana cuando se reconoce que
la cultura de un dado grupo de personas se centra en la interpretación
y generación de experiencias importantes para ese grupo. Cuando
el evangelio se asocia mas con los sentimientos que con el intelecto, llega
a ser central para un grupo social que sufre la marginalización
y la anomía, frutos del desempleo y pobreza. Y esa creciente centralidad
del Evangelio que constituye la inculturación.
Un segundo rasgo cultural del pentecostalismo es el tipo de autoridad
que ejercen los pastores. En los casos queme tocaron conocer, el pastor
parecía ejercer una especie de patriarcado sobre su comunidad.
Esta forma de autoridad se caracteriza por la preocupación
paternal por sus cargos, e incluso por la exigencia hecha a cada uno, de
participar en la comunidad y capacitarse en algún oficio o actividad.
Esta capacitación del individuo, quien es, a la vez, pobre y marginalizado
de otras instancias de educación formal o de participación
en las instituciones de la sociedad. Le ayuda a descubrir por vez primera
sus propios dones de liderazgo, de discurso publico (una importante actividad
de la iglesia, esperada de todos), de habilidad musical, etc.
Dado que la participación del individuo en el desarrollo
de una cultura de su grupo es fuente de crecimiento personal, el evangelio
viene asociado con esta evidente preocupación de un pastor por la
realización de un miembro de su grey, quien de otras maneras no
tendría muchos caminos de realización personal en que andar.
Y, más que asociado, el evangelio viene proponiendo el ejercicio
de este papel, cuando se destaca el valor específicamente cristiano
de la autoridad que se ejerce en el servicio (Mc 10,42-45; Jn 13, 12-15).
En tercer lugar, el mismo énfasis en una espiritualidad vivencial
que hace el pentecostalismo, permite mayor desarrollo para la mujer en
campos de liderazgo social. La misma importancia dada a las experiencias
y a los sueños, por muy subjetivos que parezcan, asegura un reconocimiento
de la llamada a ser “pastora”. Si se reconoce en el evangelio un principio
que cambia radicalmente el lugar cultural y el rol social de la mujer por
la propia novedad de vida que propone y que crea en medio de una sociedad
aun machista o despreciativa de la dignidad de la mujer, este aspecto de
la vida pentecostal constituye una llamativa y profética tarea de
inculturación.
Me limito a proponer estos tres rasgos del pentecostalismo chileno como
sugerentes del grado de la inculturación que se obtiene por el.
No obstante que otras áreas de la vida de los pentecostales podrían
manifestar un menor o mayor grado de inculturación, estas tres áreas
tendrán consecuencias importantes para el desarrollo de la pastoral
de todas las Iglesias.
I. Una cultura propia
En la poblaciones y pueblos y en las (áreas rurales, como
también en los barrios mas pobres de las grandes ciudades, el movimiento
pentecostal ha crecido enormemente desde el principio de este siglo, especialmente
en América Latina. Ha crecido tanto en número como en la
particularidad de su forma de ser. Los miembros del movimiento se visten
en un modo particular, actúan en un modo distinto, tienen su propio
modo de comunicarse, su propio lenguaje, un propio estilo de vida, una
arquitectura distinta, una música especial, estilo de culto, puntos
de vista, ilusiones y creencias -en una palabra- ellos tienen su propia
cultura. Es una cultura que refleja muchos aspectos de la cultura de la
sociedad mas amplia y circundante, pero también es una cultura radicalmente
diferente de la dominante en muchas maneras.
Miremos un poco a lo que queremos decir con la “cultura”. Por
cultura no aceptamos la idea común, pero marginalizante, de que
la sociedad consiste en los ‘cultos’ y los ”ignorantes”. Esta perspectiva
se ha identificado como el concepto “aristocrático” de la cultura,
que a partir de un código del saber y de la conducta construido
por un grupo social reducido y poderoso, divide las personas en ‘culto’
e ‘ignorante’, las ultimas siendo rechazadas y mantenidas en las márgenes
de la vida social.
Tampoco me ocupo del concepto occidentalista de la cultura, empleada
para despreciar la cultura no occidental como inferior y ‘primitiva’ sin
el menor respeto por los valores y las tradiciones autóctonas de
los pueblos sin influencia de las culturas griegas o romanas. Y finalmente,
descartemos el concepto técnico de la cultura, que distingue entre
el mundo ‘industrializado’ y el mundo ‘pobre’ a partir de la categoría
de capacidad técnica y saber científico, entendiéndose
que el mundo industrializado sea una cultura mejor por el hecho que tiene
mas cosas. Todos estos conceptos de la cultura sirven para dividir, y son
simplemente alienantes”, porque llegan a justificar estructuras sociales
opresoras haciendo aparecer como normal’, ‘correcto’ y ‘justo’ lo que,
en definitiva, es ‘antihumano’, ‘equivocado’ e ‘injusto’2.
En lugar de estos conceptos comunes y, que me parecen equivocados,
la antropología nos ofrece centenares de definiciones que, a pesar
de su variedad, nos orientan hacia una idea clara y convergente sobre lo
que la cultura verdaderamente es. El antropólogo W. Goodenough (1957)
opina: “...la cultura consiste en cualquiera cosa que es necesario saber
o creer para operar en una manera aceptable a los miembros [de la cultura],
y en cualquier rol que ellos aceptan para cualquiera de ellos mismos. La
cultura, siendo lo que la gente tiene que aprender en contraste a su herencia
biológica, debe comprender el producto final del aprendizaje: el
conocimiento, en un sentido muy general, aunque relativo, del termino.
Según esta definición. Debiéramos tomar nota que la
cultura no es un fenómeno material; no consta de las cosas, la gente,
el comportamiento o la emociones. Mas bien es una organización de
estas cosas. Consta de las formas de las cosas que la gente tiene en la
mente, sus modelos para percibir, relacionar y de otro modo interpretarlas.
Así, las cosas que la gente dice y hace, sus convenciones sociales
y eventos, son productos o subproductos de su cultura, mientras la aplicación
a la tarea de percibir y enfrentar sus circunstancias.”
Siguiendo en esta línea el escritor chileno Pablo Huneeusnos
ofrece algunos ejemplos: “Osea cultura s toda acción que va mas
allá del instinto. Comer, por ejemplo, en si mismo no es un hecho
cultural, porque responde al instinto de alimentarse, pero la manera de
hacerlo si lo es porque los utensilios, recetas y modales empleados para
tal propósito corresponden a comportamientos socialmente adquiridos.
Un ser humano criado sin comunicación alguna con sus semejantes,
como los niños lobos perdidos en los bosques carecen enteramente
de cultura. Solo los mueve el instinto y al darle una gallina reaccionaria
como cualquier vertebrado carnívoro en estado salvaje. Le clavara
sus dientes caninos en el cogote y le chupara la sangre tibia, como lo
hace el lobo. Si quedara con hambre, arrancaría a dentelladas la
pechuga del ave, sin desplumarla ni cocerla.
“Ante una mujer arremetería para saciar su impulso
su impulso sexual sin poesía ni proposición matrimonial,
porque el galanteo y las instituciones, como el noviazgo y la familia,
que rigen la convivencia humana, son elementos culturales aprendidos en
la comunicación con otros ‘homo sapiens’”.
“ La cazuela de ave, entonces, es una obra de nuestra cultura, porque
implica un rico aprendizaje de técnicas de cocción, de recetas
para combinar la papa y el cilantro, de empleo de determinados cubiertos,
y de modales para sentarse a una mesa e ingerirla. Lo mismo el matrimonio,
tanto el ceremonial para celebrarlo como las normas para regularlos dependen
de la cultura que se tenga.”3
En los últimos años, ha surgido un consenso creciente,
por lo menos en la antropología cultural y social, que centra en
los aspectos cognitivos de las varias culturas de la humanidad o sea: lo
que la gente de distintas culturas piensan, la sabiduría recibida
de una comunidad que vive a diario sus rutinas, el entendimiento y los
valores compartidos por ella sin cual vivir en comunidad seria imposible.
Sin embargo, no podemos ignorar el importante rol que juegan los sentimientos
en la culturas. J.P. Spradley y D.W. McCurdy (1975) nos recuerdan que “la
cultura es el conocimiento adquirido que la gente usa para generar y interpretar
la experiencia y para generar formas sociales del comportamiento.” Identifican
los aspectos cognitivos y racionales como central en determinando la esencia
de una cultura, pero también apuntan a la importancia básica
de la experiencia para este conocimiento adquirido. Esta experiencia precede
el conocimiento y determina sus valores y contenidos. Nuestro entendimiento
de la cultura entonces, debe tomar en cuenta los sentimientos y las experiencias
que hay detrás de la elección y la formulación de
un conjunto dado valores, significados e ideales.
Dentro de una colectividad humana delimitada geográfica y políticamente
en terminos de un país puede haber una pluralidad de culturas condicionada
por los distintos y variados conjuntos de valores, significados e ideales
vividos de una manera diferente por los distintos grupos que conforman
la colectividad humana. En las palabras del teólogo católico
B. Lonergan, “...Una cultura es un conjunto de significados y valores informando
un modo común de vivir, y hay tantas culturas como hay los conjuntos
distintos de tales significados y valores.”
Un grupo importante de personas que forman todo una subcultura
son los pobres. Esta es la opinión de antropólogos como O.
Lewis, quien escribió Los hijos de Sánchez (1961) “...
A ellos que creen que los pobres no tienen cultura, el concepto de una
cultura de La pobreza podría parecer contradictorio...En el uso
antropológico el termino cultura implica, esencialmente, un diseño
para visir que se transmite de generación a generación. Al
aplicar este concepto al entendimiento de la pobreza, quiero llamar la
atención al hecho que la pobreza en las naciones modernas no es
solamente un estado de privación económica, de la desorganización
o de la ausencia de algo. También es algo positivo en el sentido
que tiene una estructura, un fundamento, y mecanismos de defensa sin los
cuales los pobres apenas podrían seguir adelante. En suma, es un
modo de vivir, extraordinariamente estable y persistente transmitido
de generación a generación según líneas Similares.
La cultura de la pobreza tiene sus propias modalidades y distintas consecuencias
sociales y sicológicas para sus miembros. Es un factor dinámico
que afecta la participación en la mas grande cultura nacional y
llega a ser una subcultura propia...”
“Muchos de los rasgos de la subcultura de la pobreza pueden ser considerados
como intentos locales de resolver los problemas no solucionados por las
instituciones y agencias porque la gente no llena los requisitos para ellas,
no tiene suficiente dinero para ellas, Que se muestra recelosa ante ellas.
...En una actitud critica hacia algunos de los valores e instituciones
de las clases dominantes, el odio a la policía, la desconfianza
del gobierno y de los que ocupan puestos altos, y un cinismo que incluye
hasta la iglesia, da la cultura de la pobreza una cualidad contra, y una
potencialidad de ser utilizada por movimientos políticos dirigidos
contra el orden social existente....”
Como los significados y valores de un grupo de personas forman su cultura
y nacen de una experiencia común de ese grupo, así también
la experiencia de la angustia y de crisis prolongada darán existencia
a un conjunto de significados y valores substancialmente diferente de los
significados y valores de los que no experimentan este dolor. En el contexto
de la
anomia, del angustiante sentido de pérdida de un rol y un lugar
determinado dentro de la sociedad, como experimentan los que están
sujetos al desempleo crónico en las zonas periféricas de
las sociedades latinoamericanas, el “modo de pensar, sentir y creer”(Kluckhohn)
será distinto de el de los que tienen trabajo estable, o de los
que no tienen que trasladarse del campo a la ciudad, o de los que no buscan
la seguridad. Las creencias de los que viven en situaciones de la anomia
sobre las instituciones de la sociedad, sobre el significado y las causas
de los desastres que inevitablemente les visitan, sobre las intenciones
de un dios todopoderoso que parece residir tranquilamente sobre las injusticias
cometidas, son creencias en constante formulación, desarmadas y
armadas de nuevo para mejor explicar la situación. Estas creencias
llevan a los que sufren a sostener puntos de vista impensables o incomprensibles
para los relativamente acomodados.
Y las comunidades de las Iglesias Pentecostales forman toda una subcultura.
Por un solo ejemplo el modo de vestir de los hombres corresponde al alto
valor puesto por muchas personas en el uso de la corbata y el terno, con
la camisa blanca, y en este aspecto no hay grande diferencia no hay grande
diferencia con la manera de vestirse de los no pentecostales. En cambio
la manera de vestirse (le las mujeres pentecostales evidencia una ruptura
con la cultura que rodea al movimiento, dado que no usan maquillaje, no
corvan ni estilan su cabello, dejan de poner o comprar vestimentas de corte
sensual, sugerente o llamativa. Esto se debe, en buena parte, a una lectura
selectiva de los mandatos bíblicos que valoran el cabello extenso,
no cortado (I Cor 11, 13-15), o que prohiben el uso de vestimentas masculinas
por las mujeres, por ejemplo los pantalones (Dt 22,5). El resultado puede
ser una valoración bastante positiva de la apariencia natural propia,
dado que cada persona se cree hermosa por ser lo que es, y como es, creada
por Dios. Se evita así el someterse al criterio de la belleza de
otros pueblos, que muchas veces sirve los intereses de mercado de los productos
importados y promueve una autoimagen negativa en muchas mujeres. Basta
pensar en el número de modelos rubios con ojos azules que aparecen
en una revista o durante los comerciales en la televisión,
en medio de una población mayoritariamente morena.
El pentecostalismo entonces, representa tanto una continuidad como
una discontinuidad con la cultura local —cosa que propuso el investigador
suizo Cristian Lalive D’Epinay4 hace treinta años. Los elementos
de la continuidad existen en la apariencia de los hombres—y, para citar
otros ejemplos evidentes, en el nombramiento de sus edificios mas grandes
e importantes como ‘catedrales,’ y de la ceremonia de acción de
gracias un deum, términos muy católicos. Los elementos de
la discontinuidad existen también, sin embargo, como esta forma
de sentirse de las mujeres, y también en la ausencia del alcohol
o del baile en sus fiestas, en general, y en el rechazo de las creencias
tradicionales católicas que forman parte de las culturas latinoamericanas.
Aunque actualmente se cuestiona mucho la tesis de que el pentecostalismo
sea realmente un “refugio de las masas”, no se puede ignorar lo que los
hechos históricos y las estadísticas muestran, que los orígenes
del movimiento siempre han sido en lugares pobres y entre la clase mas
sufrida durante tiempos de aguda crisis, en medio de la angustiante situación
descrita por E. Durkheim con la palabra célebre “anomia”. Generalmente
los cristianos pentecostales, excluidos de puestos de liderazgo de trabajo
estable, de la educación formal superior, se mantienen apartes en
consecuencia, reparados incluso de la vida social de las propias poblaciones
periféricas de las grandes ciudades.
II La inculturacion
Una pregunta clave para nosotros, entonces, es, ¿Cuál
es la relación entre la anomia-este estado de angustia y perdida
de normas y papeles tradicionales—y la inculturación?
¿Siempre se encuentran juntos?¿El Evangelio llega a ser
normativo para una sociedad siempre por los pobres, los marginados y los
que están en crisis?
Por ‘’inculturación» no me refiero a la adaptación
litúrgica, como se suele pensar, sino a una realidad mas profunda.
Cuando el Evangelio, mas allá de traducirse y predicarse con símbolos
y ,gestos significantes para un determinado grupo cultural, llega a ser
un “principio inspirador normativo y unificador que transforme y recree
esa cultura, originando así ‘una nueva creación’...”, entonces
podemos decir que un grado importante de inculturación ha tomado
lugar. La palabra inculturación, entonces describe una realidad
que va mas allá de una mera adaptación del mensaje evangélico
a una cultura no cristiana. Es una experiencia que vivifica la cultura
desde dentro y esta experiencia empieza generalmente entre las víctimas
entre las víctimas de la injusticia y del pecado social en la sociedad
entre los que sufren la marginalización, quienes empiezan a tejer
su propia cultura, una ‘subcultura’, con elementos ‘prestados’ de otras
culturas.
Muchos distintos movimientos sociales en los márgenes
de la sociedad manifiestan subculturas que afirman el valor del individuo
y le ayuda a crecer humanamente, muchas veces reflejando un nivel básico
de la inculturación por este mismo hecho Es decir como la proclamación
del Evangelio se precede por una presencia de las ‘semilla del Verboen
toda cultura, así también el nacimiento de una comunidad
que promueve el crecimiento humano de sus miembros manifiesta la presencia
de una semilla del Verbo dentro de ese contexto, que podría considerarse
como una instancia va de inculturación de la Palabra de Dios. Yo
llamo este nivel no-cristiano de inculturación una instancia de
la inculturación ‘Logos’.
La apariencia de instancias de comunidad entre los marginados de la
sociedad se encuentra en muchas culturas, y se lleva al desarrollo y al
crecimiento de esas mismas culturas en muchos casos por el hecho de proponer
un nuevo conjunto de valores combinando elementos de otras culturas en
nuevas configuraciones. En su etapa inicial de desarrollo, cuando surgen
preocupaciones y practicas comunales en un modo novedoso y original que
alivian sensiblemente la angustia de la situación marginal, podemos
reconocer proceso de inculturación tomando lugar, en el sentido
que la. Palabra de Dios esa auto comunicación y extensión
de Dios hacia la humanidad, empieza a encontrar y ‘dar aliento’ a la cultura
local, a fin de hacer llegar algo nuevo, algo que dirigirá la cultura
hacia el fin humanizante y trascendental que comparte con todas culturas.
La cultura se dirige por el camino de la reconciliación con todas
las culturas, unidas en la finalidad común de la plenitud de vida
a la que Dios invita a toda la humanidad entrar.
La inculturación empieza aquí donde también
empiezan las culturas, donde la necesidad de un patrón normativo
y de una estructura de sentido y de ideales es mas z entre los privados
de participación en la cultura dominante, sufriendo la carencia
y el abandono, la confusión, la perdida. La situación se
revela como una situación de pecado social, en el sentido de ser
una situación indebida injusta, no etica, contra la voluntad
de Dios, por el reconocimiento que la pobreza, el hambre el desprecio,
la enfermedad, el esta sin rumbo, son diferentes aspectos de la misma fuerza
destructiva, y requiere una respuesta de solidaridad, de lucha, de comunidad.
El Logos, hablando a los corazones de todos los individuos involucrados
y despertando sus consciencias a la necesidad de entender estas circunstancias
angustiantes juntos, unidos, revela al mismo tiempo la mano de Dios en
el proceso—aunque esta presencia de Dios se podría identificar en
una variedad de modos culturalmente significativos y simbólicos
Así en otras palabras, los grupos en los márgenes
de la sociedad frecuentemente responden a la anomia de su situación
por medio de la creación de una cultura alternativa, una ‘subcultura’
dentro de una cultura dominante, armada por la aculturación y el
proceso de la revitalización7. La aparición de tales grupos
podría regenerar el resto de la sociedad con el nuevo conjunto de
valores, significados y creencias de la cultura alternativa.
Teológicamente, la existencia de tales grupos significa que
la entera sociedad dominante ha permitido surgir divisiones y desigualdades
entre sus miembros, una situación de pecado, de la opresión
pecaminosa. contra la voluntad de Dios para la humanidad. Una inculturación
salvadora de la Palabra de Dios toma lugar en esa sociedad por los grupos
marginalizados, a varios niveles:
—La inculturación “Logos”, donde la sociedad dominante
reconoce las implicancias de la existencia de personas en el borde empobrecido
de esa sociedad, y la situación es revelada como injusta, por los
conceptos de sabiduría y otros valores morales que un pueblo ha
acogido y manifestado culturalmente;
—La inculturación “Alianza.” donde la situación injusta
se considera pecaminosa, una brecha en la relación con Dios, y los
grupos marginados se perciben como el lugar de la intervención y
de la actividad salvadora de Dios para toda la sociedad, quien exige un
modo de vivir de los humildes, los anawin;; en este nivel, el futuro de
la sociedad y la esperanza de todas las naciones son percatados como vinculados
al destino de los débiles y postergados;
—La inculturación Pascual, donde dios llega ha a ser
uno de los también anawin en la pasión de Jesús
y acepta la muerte de la realidad resuscitándola y creando un nuevo
centro de un nuevo orden social para toda la humanidad, requiriendo
tanto el perdón como la solidaridad, dirigiendo y reconciliando
todas las sociedades y culturas hacia un fin trascendental.
Los grupos y movimientos marginalizados son nacidos de un pueblo
que sufre la Cruz, y su situación se reconoce como una de
crucifixión sufrida por los débiles y los enfermos, los oprimidos
y los presos. La inculturación, en cambio, se ve como el levantamiento
de los crucificados a una nueva vida. La inculturación plena, la
Pascual, fomenta la apariencia de una nueva comunidad con los valores del
Evangelio en su corazón, impulsado por el Espíritu a abrir
puertas hacia los demás en la sociedad circundante e invitar a todos
a entrar en el orden cultural nuevo, con un nuevo ‘centro’. Las rutinas
de la exclusión, tan características de muchos grupos marginales,
se deshacen por medio del esfuerzo de misionar, y de hacer de la misión
la actividad central de una nuestra sociedad.
El pentecostalismo facilita este encuentro entre el evangelio
y la cultura entre la vida de los cristianos y la vida de un pueblo entre
el mensaje cristiano y el pensamiento de un pueblo. en un modo importante.
manifestada en por los menos tres características.
Primero, se encuentra en el pentecostalismo la insistencia en
que la vivencia es de primera importancia en la vida cristiana—especialmente
la vivencia del Espíritu de Dios. Es esta vivencia que ha sido llamada
de “regeneración” por los pentecostales, ocupando el lenguaje heredado
de los movimientos “de santidad” estadounidenses. La espiritualidad vivencial
del pentecostalismo es caracterizada por la expresión abierta de
las emociones, especialmente de la tristeza y del gozo, dentro del contexto
de una comunidad que desea ser testigo de estas manifestaciones (que en
si tiene un alto valor terapéutico para el individuo aquejado de
algún mal, manifestado en curaciones emocionales) a veces con consecuencias
físicas—v no por eso deja de ser una obra divina). Entre la experiencia
de un Dios que se siente, y la doctrina objetiva que aplica la razón
a las verdades de la fe, el pentecostalismo representa un énfasis
en la experiencia subjetiva de Dios y no tanto en la aceptación
formal, consciente y racional de determinadas creencias. También
nos presenta con una religiosidad de acceso directo a Dios y en que la
relación puede comunicarse con el lenguaje de los sentimientos y
de la propia cultura El pentecostalismo en este sentido tiende a unir la
experiencia con la doctrina, dando prioridad a la experiencia personal
de Dios. Dentro de este espiritualidad, por ejemplo, se encuentra la idea
de que uno podría ser utilizado como un “instrumento” de Dios, comunicando
un mensaje especial a ciertas personas, o emprendiendo un viaje a algún
rincón del país, para hacer una ‘obra”. El pentecostalismo
recupera para nosotros la primacía de la fe vivencial en la vida
del cristiano, recordándonos no solamente de los rasgos de religiosidad
de la Iglesia primitiva sino también de las realidades profundas
e inmediatas de la persona humana—las emociones los sentimientos, las necesidades—que
componen una respuesta íntegra al don del Espíritu Santo
hoy.
El encuentro entre el Evangelio y la cultura, entonces se facilita
per medio de las emociones y las experiencias, y los aspectos racionales
y doctrinales sirven para interpretar y generar estas experiencias. No
puede ser el inverso donde las experiencias estén al servicio de
una actividad intelectual. No se trata de imitar la experiencia de Cristo
según criterios doctrinales. La sana doctrina es fruto de la experiencia
de Jesucristo, y sirve para explicar y describir en forma autorizada y
magisterial esta experiencia. El pentecostalismo nos ayuda a mantener esta
prioridad.
En segundo lugar, el mismo pastor resulta ser, en muchos casos, una
figura patriarcal que ayuda a la gente recuperar su capacidad de participar
en la vida de una comunidad, con el consiguiente resultado de un desarrollo
personal de sus dones y capacidades. Para la gente mas marginalizada rechazada
o despreciada por la sociedad, este aspecto tiene una enorme importancia
para su vida. Sin llegar a ser una especie de patrón para su gente8
el pastor exige de sus feligreses la plena participación en las
actividades de su iglesia, incluyendo la predicación en lugares
públicos, la actuación con algún instrumento musical,
el liderazgo de, grupos; la organización, etc. No se trata de ser
un pastor autoritario u opresivo sino preocupado por los miembros de su
grey y estimulo para la plena participación de todos atento a los
que sufren la desintegración familiar, agente de cambio en sus vidas,
tomando en cuenta a la persona con sus capacidades, en medio de un ambiente
y una historia de desprecio y pocas oportunidades para la educación
formal o la participación social. Aquí el encuentro entre
Evangelio y cultura se experimenta como algo que reconoce el valor de una
persona y destaca a esa persona a crecer, gracias al patriarcado dinamizante
del pastor solicito por la realización de sus cargos.
Finalmente, el papel de la mujer se reivindica y se desarrolla
en el pentecostalismo en una forma muy sorprendente. La propia espiritualidad
pentecostal, con su insistencia en la validez de la experiencia personal
de un Dios misericordioso y dador de un Espíritu de gozo y alivio
cualquiera que sea la forma particular que toma—visiones, desmayos, con
desmesurada expresión emocional, con bailes espontáneos—tiende
a valoriza la experiencia particular de la mujer, al mismo tiempo que la
libera de situaciones domesticas caóticas y la permite a participar
en reuniones de grupos de mujeres fuera de la casa. Esto constituye un
avance nada despreciable para mujeres abusadas y mantenidas en casa por
maridos celosos y opresivos. Mas aun, la experiencia trascendental de la
mujer tiene una validez tan indisputable que las mujeres que sienten una
fuerte llamada a liberar alguna comunidad o a emprender alguna ‘obra”—e
incluso resisten esta llamada—encuentran un grado importante de aceptación.
Como resultado, encontrarnos el fenómeno sorprendente de “pastoras”
que no son solamente esposas o viudas de pastores hombres, sino que son
las cabezas de sus propias comunidades y representan a corporaciones pentecostales
en instancias ecuménicas ante otras Iglesias. Lo que ocurre en el
pentecostalismo chileno, entonces, es la consagración de ciertos
papeles tradicionales de esposa y madre. que exige una responsabilidad
de parte del marido y establece un orden en el honor, permitiendo a la
mujer a juntarse con otras mujeres pentecostales fuera de la casa de vez
en cuando al mismo tiempo que le da el espacio para hablar de sus propias
experiencias en forma abierta y publica, y hasta liberándola de
otros limites tradicionales por la valoración de la llamada a asumir
un papel de liderazgo, un ministerio de autoridad, en la comunidad. El
valor cristiano de equidad en dignidad entre los sexos en Cristo se desarrolla
en una forma original en el pentecostalismo, encontrando ecos profundamente
desafiantes en una sociedad latinoamericana tradicionalmente machista.
El movimiento pentecostal representa para las sociedades latinoamericanas
un grupo de personas que ofrece un nuevo conjunto de valores y significados
de creencias fundamentalistas y de una forma de vivir distinta y varios,
expertos en el campo de estudios antropológicos y sociológicos
apuntan a la necesidad de tales grupos para la vitalidad misma de la sociedad
mas amplia que los rodea. Aunque estos pasen mucho tiempo aislados del
resto de la sociedad, los movimientos que los logran reunir a grandes
números de personas de entre los mas excluidos de la sociedad presentan
tarde o temprano una forma de vivir que cuestionas y eventualmente da un
remezón, a los participantes de esa sociedad. El ‘programa’ del
pentecostalismo—expresado a veces en términos poco ecuménicos
como “ganar el pais por Cristo”—apuntara a la falta de adhesión
plena al Evangelio que aun existe en las vidas personales de muchas personas
y desafiara a las instituciones excluyentes de esa sociedad —las universidades.
el gobierno, los altos mandos de las fuerza. armadas—a ser mas equitativas,
dirigidas por personas conscientes de la discriminación social.
cultural y racial que resultan de políticas y actitudes de los poderosos.
El desafío que presenta el pentecostalismo es especialmente fuerte
cuando esa sociedad circundante califica a si misma como cristiana”. Los
católicos tenemos la poca fraternal tendencia de descalificar a
los pentecostales como una mera “secta”, ocupando la palabra en una forma
despreciativa. Desde los tiempos de San Pablo y bajo la fuerte influencia
de San .Agustín de Hipona llamar a un grupo “secta” era rechazar
toda legitimidad que pudiera poseer tal grupo, incluso atribuyéndolo
un carácter de ‘peligroso’ para la verdadera Iglesia Hoy, sin embargo,
tanto el ecumenismo como las ciencias sociales nos ayudan a ver en las
llamadas “sectas” una realidad que vitaliza al resto de la sociedad con
una nueva visión y cultura, nacida de entre los desocupados, sufridos
y excluidos de la sociedad. Y es sumamente interesante notar que la misma
palabra “secta” tenia un tono mas tolerante para los griegos y romanos
paganos, antes de su uso por los cristianos y también los judíos
(quienes ocupaban la palabra por los gnósticos y los cristianos
mismos). Parece que estamos recuperando el sentido original de “secta”
como referente a un grupo divergente, minoritaria, una escuela particular
o partido, y empezando a reconocer que tales grupos juegan un papel importante
para la vida de la sociedad, y de la Iglesia.
Un movimiento cristiano como es el pentecostalismo puede manifestar
una actitud critica frente a las Iglesias mas antiguas y tradicionales
aun cuando no emite ningún comentario particular. Su misma existencia
es ya un mensaje dirigido a las instituciones convencionales, como el Beato
Alberto Hurtado S. J., se percato en 1942, escribiendo en su libro ¿Es
Chile un país católico?. “...Una de las causas del éxito...[del
crecimiento pentecostal en Chile] ...es la falta de cultivo religioso de
nuestra masa popular. Son ovejas sin pastor, pero con un fondo profundamente
cristiano. ...Al ver que los protestantes vienen a ellos con el Evangelio
en la mano hablándoles de Cristo, con desinterés, con insistencia,
buscándoles en sus hogares, faltos de cultura para ver la diferencia
profunda que separa a una predicación de la católica, abrazan
muchos el protestantismo, no por alejarse de la iglesia sino porque creen
acercarse a Cristo. La responsabilidad del éxito de la campaña
protestante en Chile es de los católicos que no han sabido cultivar
su iglesia...”10
Por “cultivar su iglesia” Padre Hurtado reconoce el gran desafío
que representa el movimiento pentecostal: la misma misión de la
iglesia es cuestionada su sanamente cuando el Evangelio de Jesucristo llega
a los mas desposeídos del país en una forma que toma en cuenta
a la persona, y sus necesidades básicas de dignidad, de seguridad,
de comunidad de salud, y es acompañado por una acogida, una sonrisa
una mano que le tiende un libro de cantos, y un espacio donde lagrimas
y las risas son aceptadas e incluso valorizadas.
El pentecostalismo, como la religiosidad popular católica y
las comunidades eclesiales de base, permite que la relación personal
con Dios sea mediada no solo por expresiones doctrinales o ritos formales
sino también por emociones y la experiencia vital de seguir a Cristo
en medio de una sociedad cada vez mas materialista, secularista indiferente
a la suerte a los cesantes, enfermos y pobres. Nos recuerdan de la prioridad
de la experiencia, del papel del Espiritu Santo en la vida cristiana, y
de la fuerte necesidad de una sociedad mas equitativa y participativa que
no deja al lado a los miembros mas pobres y marginados. Nos muestra, en
muchos casos una manera de ejercer la autoridad que capacita a gente y
que exige participación. Hasta permite ver los pasos hacia una mayor
participación de la mujer en la vida ministerial de la Iglesia.
“Apreciar los bienes presentes en los otros cristianos” nos significa
aceptar los desafíos y aportes que nos presenta el pentecostalismo
no sin criticas, pero si sin prejuicios, conscientes de la diversidad de
maneras de vivir el Evangelio que presenta el Pueblo de Dios. Esto puede
ser visto como de gran servicio para las Iglesias mas tradicionales, apuntando
a la necesidad de reformar los métodos de evangelización
y de hacer mas efectiva una verdadera ‘opción por los pobres’ insistiendo
en un modo de ser Iglesia que resulta ser mas participativo vivencial y
misionero.
NOTAS
1Esta novedad de vida se presenta en los evangelios en los encuentros
de varias mujeres con Jesús. “Se quedaron extrañados de que
Jesús estuviera hablando con una mujer” —Juan4, 27. Véanse
también Lc 7, 39; Mt 21, 31; las sanaciones de Lc 13, 11; 7, 13;
Mc 1, 30; 5 25-34; 41; Mt 15, 28; las mujeres que acompañaban a
Jesús, Lc 8, 1-3; Las parábolas, Lc 15, 8-10; 18, 1-7; 21,
1-4; Mt 13, 33; 25, 1-13; el trato que Jesús tuvo con mujeres, Lc
7, 37-47; 13, 16; 23, 28; Jn 4, 7-27; 8, 3-11; y las primeras testigos
de la resurrección Mt 28, 1-10; Mc 16. 9; Lc 24? B-11; especialmente
la “apóstol de los Apóstoles”, María Magdalena, Jn
20, 16-18; y el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés,
confirmando las palabras del profeta Joel 3,1, “los hijos e hijas
de ustedes comunicaron mensajes proféticos.
2 Tony Mifsud, S.J.,, Una construcción ética de la utopía
cristiana (Santiago de Chile: 1992), 356.
3 Huneeus, Pablo. La cultura huachaca., o el aporte de la televisión.
Santiago de Chile: Universitaria, l994 (1981), 11-13.
4 El refugio de las masas (Santiago de Chile: Pacífico,
1968).
5 Pedro Arrupe, S.J.,.Acta Romana Societatis Iesu 17 (1978): 230.
6 Con esta frase del siglo II se reconoce que Dios ya envia a su Espfritu
a las culturas que no conocen a Cristo todavía: “...la semilla del
Verbo [Logos spermatikos] que es innato en toda raza humana...” —Justino
(+165).
7 Se refiere al antropólogo Anthony F.C. Wallace X a su teoría
de la revitalización, que propone varias etapas en el surgimiento
de un movimiento social:
1. Desintegración de un sistema cultural, inestabilidad.
2. Desintegración de la imagen mental de la sociedad y de su
cultura
3. Comportamiento regresivo.
4. Apariencia de un personaje profético.
5. La visión del profeta se propone como una estructura social
ideal, con elementos de varias culturas y de varios pueblos.
6. Organización de los convertidos para implementar la visión.
7. Resistencia del ambiente social.
8. Adaptación dei programa para resolver problemas prácticos.
9. Hacer rutinario el carisma del profeta (die Veralltäglichung
des Charisma).
10. Una transformación cultural de la sociedad ambiental.
8 Cristián Lalive D’Epinay, op.cit., sostenía que
el pentecostalismo chileno recreaba la estructura
rural del ‘patron’ para los nuevos legados a la
ciudad.
9Segun los criterios enunciados Lumen gentium no. 15 y Uunitatis
redintegratio no. 3
10Alberto Hurtado Cruchaga, S J Es Chile un pais católico?
(Santiago: Los Andes, l992[1942]), 83
11Juan Pablo II, Ut unum sint (l995), nos. 47-48
|